Príncipes de la popularidad
Los Nobel hacen famoso a quien los recibe.
Los Príncipe de Asturias se entregan a famosos.
La distancia entre ambos es insalvable. Los Príncipes de Asturias se han convertido en un premio a la popularidad y por eso son previsibles. La prensa canta con antelación quién será el agraciado y suelen acertar porque uno de los principales criterios para concederlo es la fama.
El atleta Carl Lewis me decepcionó cuando hace unos años le concedieron el premio y no asistió a recogerlo, pero con el tiempo hasta comprendo que se ausentara.
El eminente lingüísta y académico de la lengua Emilio Alarcos, catedrático emérito de la Universidad de Oviedo, reunía méritos más que sobrados para obtener esta distinción, pero falleció y los Premios Príncipe de Asturias no se pueden otorgar a título póstumo. Pero hay que frotarse los ojos al descubrir entre el palmarés que se galardonó a Arafat por su contribución a la Paz (?) en Oriente Medio.
Woody Allen, Bob Dylan, Al Gore, la autora esa que vende discos de Harry Potter como rosquillas... Entregar el premio a famosos de talla mundial garantiza portadas en prensa internacional y minutos en Prime Time, pero mucho me temo que la fama es tan pasajera como el prestigio de los Príncipe de Asturias si siguen con esta línea.
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