Secuencia tópica

Una mujer y un hombre cenan juntos en un restaurante de lujo. Debajo de la mesa hacen manitas. El camarero les observa. Está a punto de llevarles los postres, los más baratos de la carta. Él paga y ha invitado a su ligue al restaurante más caro de la ciudad para impresionarla. En cuanto salgan del comedor su cuenta corriente estará en números rojos, pero confía en acostarse con ella como premio a su despilfarro. El vino es su mejor aliado y la botella está vacía.

El postre más barato lleva almendras. Ella es muy glotona, pero mantiene la línea de milagro porque está al borde de entrar en la categoría de rellenita. A él le da igual que gane unos kilos porque está convencido que la mujer más atractiva es aquella que tiene donde agarrar. Ya lo dijo su madre, su abuela y su bisabuela. La mejor, la rellenita que tiene donde agarrar. Es una verdad familiar irrefutable en la que le criaron.
Ella clava su tenedor en un pedazo de postre y se lo lleva a la boca. Entonces una almendra se le atraganta y él tiene que hacerle una llave para que la expulse. La pone en pie, se coloca a sus espaldas, la rodea con sus brazos y empuja su vientre hacia adentro para hacer presión. El trozo de almendra, empapado en saliva caliente, sale disparado de su boca hacia la mesa de al lado donde comen tres ejecutivos sesentones con canas.