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jueves, enero 11, 2007

Aventuras del Funcionario Polilla

Una polilla picó en el brazo a Martin Bastos, un aburrido auxiliar administrativo, mientras trabajaba en la oficina. A partir de entonces dejó de ser un funcionario gris que mata el rato sacando punta a sus lápices y haciendo pajaritas de papel con los expedientes atrasados porque esa picadura casual le convirtió en un héroe, el super hombre-polilla, pero él no se enteró de la transformación hasta que llegó la hora del tercer desayuno y bajó al bar de la esquina a tomarse un croissant con café descafeinado de sobre.
El camarero, que conocía a este funcionario por la costumbre de que desayunaba en su bar de lunes a viernes, llueva o haga sol, le sorprendió mordisqueando un abrigo que estaba colgado en el perchero de la entrada, al lado de la máquina tragaperras. El dueño de la prenda no se dio cuenta, pero el camarero observó como Martín Bastos devoraba toda la tela, empezando por las mangas, hasta que se tragó el abrigo entero y se marchó sin probar el croissant que automáticamente ya le había servido en la barra al verlo aparecer por la puerta.


En el bar Martín Bastos comprendió de que desde que le picó la polilla sentía un irrefrenable deseo de comer la ropa y desde ese momento de lucidez se hizo llamar el hombre polilla. Se lo dijo a todos sus compañeros de oficina para darles envidia, esos funcionarios sosos y rutinarios anclados a un escritorio, igual que él, pero ahora era un hombre polilla y eso le convertía en un ser superior. También se lo dijo a su jefe para presumir y su jefe lo denunció a la policía porque creía que estaba loco.


La Policía arrestó a Martín Bastos, pero no porque le faltara un tornillo. Un gabinete de psiquiatras lo sometió a un examen y determinaron que su mente funcionaba como un reloj suizo, de los de muñeca, no de los de cuco que esos se atascan cada dos por tres, es decir, que estaba bien de la azotea. En realidad lo detuvieron por violar la patente del verdadero hombre polilla, marca registrada. Los abogados del auténtico hombre polilla le demandaron por imitación pirata, pero el juez le dejó libre por falta de pruebas porque estaban guardadas en bolsas de polyester y se las comió todas sin dejar rastro.


Como todo héroe que se precie, el hombre polilla tenía un adversario y el suyo era un obeso que cuando era niño se había tragado una bola antipolillas al husmear en un armario. Cuando recobró su libertad y la policía lo dejó libre ambos se cruzaron por la calle y el hombre polilla empezó a estornudar. Soportó el efecto de su adversario gracias a que el encuentro fue fugaz. Antes de llegar a su casa se pasó por un centro comercial y devastó toda la sección de camisas. El poliester le encantaba, sobre todo el fabricado en China. Las etiquetas de Made in China las dejaba para el final para saborearlas al máximo.

"Frente a quienes practican la intolerancia, desprecian la convivencia, no respetan las instituciones ni las normas elementales de una ordenada libertad de expresión", Anselmo Cobirán advierte de que en este blog no se consentirán comentarios de carácter ofensivo.