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viernes, diciembre 01, 2006

El comandante Alameda y los anestesistas

El comandante Alameda se enfunda su uniforme militar, recién planchado y abotonado hasta el último ojal del cuello, y entra desfilando en su despacho general, desde donde controla las tropas. Los soldados con los que se cruza por el camino le saludan con la mano al frente.
Aún no se ha sentado cuando un oficial le da parte de las últimas novedades. Las noticias son para preocuparse. Los anestesistas del hospital están en huelga desde hace más de seis meses, pero el comandante Alameda es duro de roer y no cede. Le gustaría comerse a los sindicatos con patatas porque sólo le dan disgustos. Que si compensaciones por sobrecarga de trabajo, que si no se puede operar con tan poco personal, que si hacen guardias cada dos por tres y ya no les ven el pelo en casa. Alameda se comería a los sindicatos en crudo, sin echarles ketchup ni otra salsa que tape su sabor, porque quiere relamerse.
- ¡Comandante Alameda, comandante Alameda! Los anestesistas siguen de huelga -le informa un oficial.
- El Gobierno no negocia con anestesistas, responde tajante.
El Gobierno no negocia con anestesistas. El comandante Alameda tomó prestada la frase de una película de acción y la maquilló. Una de esas películas en las que un líder carismático con ojos azules resiste al chantaje de unos terroristas que le piden un billón de dolares a cambio de no hacer explotar una bomba atómica y se le llena la boca diciendo aquello de "El Gobierno no negocia con terroristas". Terroristas, antestesistas, qué más da, piensa el comandante Alameda.
- Los pacientes no podrán aguantar mucho, señor.
El comandante Alameda no soporta que un subordinado le enmiende la plana y ordena al oficial que haga treinta flexiones sobre el parqué de su despacho. Castigado por rebelde.
- Cuando termines de hacer las flexiones no te olvides de fregar el sudor. La última vez que te castigué me resbalé y no veas que caida más tonta.
- Sí, señor, mi señor. -obedece el oficial, que ya tiene un abdomen plano de hacer tanto ejercicio.
El comandante Alameda tiene una debilidad. Las insignias. En la academia militar le llamaban el 'pincha solapas' porque cada día llevaba un pin distinto en el ojal de su chaqueta. Una insignia diferente cada día por distintas causas. Le encantan las fechas destacadas, los Días Mundiales. El Día Mundial del Resfriado, el Día Mundial de los Obreros a los que les abandona el desodorante, el Día Mundial Bisiesto, el Día Mundial de las madres lactantes Planas, el Día Mundial de la Alergia al no me toques ahí que me pica, el Día Mundial de la Etcétera...
El oficial está en buena forma. En unos instantes completa las treinta flexiones y le pide a la secretaria una mopa para fregar el sudor. Le pidió una mopa, aunque en realidad no le entendía, tuvo que decirle que le diera una fregona de esas para el parqué.
- Solicito permiso para preguntar.
El comandante Alameda se lo concede por curiosidad.
- ¿Qué instrucciones va a dar al hospital para soportar la huelga de anestesistas?
- Que operen con dolor. ¡Quejicas, que son unos quejicas! El Gobierno no negocia con anestesistas y punto.

"Frente a quienes practican la intolerancia, desprecian la convivencia, no respetan las instituciones ni las normas elementales de una ordenada libertad de expresión", Anselmo Cobirán advierte de que en este blog no se consentirán comentarios de carácter ofensivo.