Delincuencia de paso

Recuerdo el asalto que sufrió este verano un hostal en el que los atracadores propinaron una brutal paliza a una anciana sorda atemorizada por su salvaje irrupción. Fue este verano en la calle Ramón y Cajal, donde pocos meses después se produjo otro robo en un hotel y muy cerca de allí hace unos días también en un kiosco. Otro día un yonki bajo los efectos del mono mordió a una mujer que paseaba en los alrededores del parque san Julián. Ayer mismo recibí noticias sobre otra mujer a la que le robaron el bolso de un tirón. La sede del Partido Popular ha sufrido numerosos ataques, el último registrado por su cámara de seguridad, y la de Independientes por Cuenca también. El Casco Antiguo tampoco se libra. Acaban de robar en el pub Rothus, uno de mis favoritos, y en otros tantos establecimientos hosteleros de la Plaza Mayor.

Una noche un inmigrante apuñaló a otro en un pub de la calle Doctor Galíndez. Un político que trataba de que los vecinos no se alarmasen por este suceso afirmó que se trataba de un "hecho aislado", como si eso fuese un alivio. Naturalmente que es un hecho aislado. Faltaría más. Estaría bueno que las peleas a muerte entre inmigrantes se repitieran a menudo.
Cuenca crece y la delincuencia también, como demuestran todos estos sucesos. Ya no es un sitio apacible donde nunca ocurre nada. Esta ciudad es un lugar de paso para los turistas y ahora puede convertirse también en un lugar de paso para delinquir. Una autovía y el AVE nos pondrán más cerca de Madrid, pero también de la delincuencia.
La plantilla de la Policía Nacional de Cuenca se ha quedado pequeña, igual que su cuartel. Los sindicatos policiales advierten de que el año que viene se jubilaran numerosos agentes y hacen falta repuestos para cubrir las bajas.
La inseguridad ya es uno de los principales problemas que inquieta a los conquenses. Es urgente tomar medidas para contener esta delicuencia en aumento, antes de que sea demasiado tarde.