Amor al pie de la letra

Casualidades de la vida, la bibliotecaria, que también era soltera, había comprado el mismo libro y lo devoró la noche anterior, una de sus escasas lecturas. Estudió todos sus consejos de arriba abajo, como si fuese el temario de una oposición, porque tenía ganas de echarse novio. Su familia no paraba de insistirle en que cazase a un hombre antes de que "se le pasara el arroz". El arroz en realidad estaba a punto de pasarse en su caso y depositó toda su confianza en los consejos del libro de autoayuda.
En cuanto el soltero le hizo la primera pregunta ella se dio cuenta al instante de que había leido el mismo libro. Supuso que todo iría sobre ruedas porque el libro también indicaba la respuesta perfecta a todas esas cuestiones. La situación le excitó porque era como hacer trampas en un examen. El soltero no era un adonis, desde luego, pero le hacía un poco de tilín.
El soltero también se percató de que ella había leido el libro de autoayuda porque sus respuestas eran calcadas a las que se indicaban a pie de página. Ambos se sentían ridículos, pero seguían el ritual marcado por el libro a rajatabla, tan concentrados que se olvidaron de sus defectos. La aburrida chica bibliotecaria le pareció a él más divertida que antes porque respondía con soltura y salero. El libro les había embaucado, pero cuando terminaron el cuestionario se quedaron en blanco. Ni uno ni otro sabían que decir y se despidieron para siempre.
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