Un extraño firma mi carné

Hago un rodeo para decir que las autoescuelas me parecen en parte responsables de la alta siniestralidad en las carreteras puesto que son ellas las que a fin de cuentan enseñan a conducir. Más claro agua. Creo que el razonamiento no admite discusión. Y sin embargo las autoescuelas no hacen más que lucrarse. Implantan el sistema del carné por puntos y ellas hacen caja. Que un novato suspende, pues entonces Tráfico le obliga a hacer más prácticas para que pueda volver a examinarse, o sea, hacen más caja.
El dueño de mi autoescuela conduce un imponente coche de lujo que llama la atención en la calle por lo lujoso que es. Sería la envidia de algunos jefes de Estado que ya querrían tener uno así como vehículo oficial. Uno de esos coches en los que te imaginas que en el puesto de piloto se sienta un chófer uniformado con gorra y guantes. El negocio va sobre ruedas. Perdón por el chiste fácil, pero es que va sobre ruedas, a costa de los alumnos, que se quedan con los bolsillos vacíos para hacer una simple práctica que dura apenas una hora. Pobres esos chavales que acaban de cumplir los 18 y son sus padres quienes tienen que correr con los gastos para que se saquen el carné.
Si se quiere reducir la accidentalidad en la carretera entiendo que deberían pedirse más responsabilidades a las Autoescuelas en vez de cargar todo el peso en los conductores. Menos negocio y más educación. Que inculquen a los conductores el valor de la prudencia. Tal vez sea menos rentable enseñar a ser prudente, pero seguro que es más decente que lucrarse sin escrúpulos.
Hace unos días me enviaron a casa el carné de conducir. Ahora es una tarjeta de plástico, no como antes, cuando era un cartón rosado bastante cutre. Lo saqué del sobre en el que venía guardado y me quedé de piedra al observar que la firma que llevaba impresa no era la mía, sino otra totalmente distinta de alguien que desconozco. Me sentí extraño al ver esa firma extraña que en nada se parece a la que tengo yo y no sospecho a quién pertenecerá. Tendré que ir a tráfico para poner los puntos sobre las íes, no sea que un individuo este conduciendo con mi firma e identidad.
El dueño de mi autoescuela conduce un imponente coche de lujo que llama la atención en la calle por lo lujoso que es. Sería la envidia de algunos jefes de Estado que ya querrían tener uno así como vehículo oficial. Uno de esos coches en los que te imaginas que en el puesto de piloto se sienta un chófer uniformado con gorra y guantes. El negocio va sobre ruedas. Perdón por el chiste fácil, pero es que va sobre ruedas, a costa de los alumnos, que se quedan con los bolsillos vacíos para hacer una simple práctica que dura apenas una hora. Pobres esos chavales que acaban de cumplir los 18 y son sus padres quienes tienen que correr con los gastos para que se saquen el carné.
Si se quiere reducir la accidentalidad en la carretera entiendo que deberían pedirse más responsabilidades a las Autoescuelas en vez de cargar todo el peso en los conductores. Menos negocio y más educación. Que inculquen a los conductores el valor de la prudencia. Tal vez sea menos rentable enseñar a ser prudente, pero seguro que es más decente que lucrarse sin escrúpulos.
Hace unos días me enviaron a casa el carné de conducir. Ahora es una tarjeta de plástico, no como antes, cuando era un cartón rosado bastante cutre. Lo saqué del sobre en el que venía guardado y me quedé de piedra al observar que la firma que llevaba impresa no era la mía, sino otra totalmente distinta de alguien que desconozco. Me sentí extraño al ver esa firma extraña que en nada se parece a la que tengo yo y no sospecho a quién pertenecerá. Tendré que ir a tráfico para poner los puntos sobre las íes, no sea que un individuo este conduciendo con mi firma e identidad.
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