NUEVA TEMPORADA EN CHASQUIDOS. ANSELMO COBIRAN HA REANUDADO LAS PUBLICACIONES TRAS SU DESCANSO DE VERANO

lunes, noviembre 20, 2006

Cuando las escopetas disparaban goles

Chasquidos honra al futbolista Ferenc Puskas cuando todavía está fresco el triste recuerdo de su muerte. Un hombre no sólo se convierte en héroe por las hazañas que se atreve a hacer, sino también por lo que le sucede, aunque no dependa de su voluntad, y Puskas es un héroe por activa y por pasiva: por sus hazañas sobre el césped, donde se revelaba como un goleador voraz, y por sufrir la cruel enfermedad del Alzheimer que robó su memoria. Anselmo Cobirán no dudó cuál era la persona idónea para escribir unas líneas de homenaje y encargó este trabajo a Suso de Eslovanco, que acumula un conocimiento enciclopédico sobre el deporte rey. Eslovanco, colaborador de Le Rosaire de L´Aurore, exquisita publicación literaria de humor dirigida con maestría por Sergio B. Landrove, aceptó con amabilidad la tarea y envía este artículo desde Ponferrada, en el corazón del Bierzo.



“Cuando le caía el balón en las inmediaciones del área, yo me daba la vuelta hacia mi campo porque ya sabía que era gol”. La frase es de Francisco Gento, el mejor extremo izquierdo de la historia, sobre Ferenc Puskas, el mejor goleador de la historia. Ambos compartían el flanco izquierdo del ataque del más grande Real Madrid de todos los tiempos, que también reunía en su delantera a Kopa, Rial y Alfredo di Stéfano. Gento corría la banda, llegaba hasta la línea de fondo, dejaba el balón atrás, y Puskas hacía el resto. Así de simple.
Puskas murió la pasada semana tras haber pasado los últimos años en una especie del limbo, sumido en los efectos de un devastador alzheimer que seguramente le impedía recordar que durante algún tiempo fue considerado como el mejor futbolista del planeta. Eran los años en los que el fútbol magiar estaba a la cabeza del mundo gracias a los éxitos del Honved de Budapest y de Hungría. El club nutría con sus mejores jugadores a la selección, que humilló a Inglaterra en Wembley (3-6) y se quedó a las puertas de proclamarse campeona del mundo en Suiza 1954. Pero los avatares políticos cortaron la fulgurante carrera del ariete zurdo.
La convulsa situación geopolítica de centroeuropa tras la Segunda Guerra Mundial transformó la vida del gran goleador. Primero tuvo que cambiarse su apellido original, cuyas resonancias alemanas no lo hacían apropiado cuando se comenzaban a descubrir los horrores del régimen nazi, por Puskas, cuya traducción literal es “escopeta”. Nada más apropiado para el posteriormente conocido como “cañoncito pum”. Pero los tanques soviéticos iban a asestarle un golpe casi de gracia a la escopeta magiar. Cuando las tropas del Pacto de Varsovia entraban en el otoño de 1956 en Budapest para reprimir la revuelta húngara, Puskas viajaba con sus compañeros del Honved de Budapest hasta Bilbao para medirse al Athletic en una eliminatoria de la recientemente creada Copa de Europa. Pancho y algunos otros se quedaron a este lado del telón de acero.
Sancionado por la FIFA por no regresar a su país, Puskas trataba de mantenerse en forma jugando partidos de exhibición, pero una prominente barriga había variado el perfil esbelto con el que maravilló en el Mundial de Suiza. Cumplida la sanción, viajó a España. En apenas tres años había cambiado un país satélite de la URSS comunista por otro de tintes fascistoides reconocido internacionalmente por los Estados Unidos capitalistas. No era la política sino el fútbol el que se cruzaba ahora en su camino para reverdecer sus laureles en el club que ya entonces era el rey de Europa: el Real Madrid.
El club blanco tenía en nómina a varios de los mejores futbolistas del mundo, que acogían a Puskas y su barriga con cierto escepticismo. “Éste controla el balón con la izquierda mejor que yo con la mano”, determinó Di Stéfano, tras el primer entrenamiento del húngaro en Chamartín. Dos años después, entre ambos firmaron los siete goles (cuatro del húngaro y tres del argentino) del Real Madrid ante el Eintracht de Francfurt en la quinta final consecutiva de la Copa de Europa ganada por los merengues con una exhibición compartida con Paco Gento, ese tipo que todavía recuerda con asombro a Puskas sosteniendo en la ducha una húmeda y espumosa pastilla de jabón con su empeine izquierdo.

Suso de Eslovanco

"Frente a quienes practican la intolerancia, desprecian la convivencia, no respetan las instituciones ni las normas elementales de una ordenada libertad de expresión", Anselmo Cobirán advierte de que en este blog no se consentirán comentarios de carácter ofensivo.