NUEVA TEMPORADA EN CHASQUIDOS. ANSELMO COBIRAN HA REANUDADO LAS PUBLICACIONES TRAS SU DESCANSO DE VERANO

miércoles, septiembre 13, 2006

Las sirenas hacen topless

El Pipo presume de lo bien que lía porros con una sola mano, enrollando el papel de la risa con sus dedos viciosillos que se mueven con agilidad y apelmazan la hierba. A sus 26 años sigue viviendo en casa de sus padres y le lanzan indirectas para que se marche de una vez por todas. Él ya sabe lo que es independizarse. A los 18 se marchó de casa para vivir con una novia feucha que se echó, pero después de un año le dejó tirado y volvió con las orejas gachas al hogar familiar. Hijo pródigo que fuma porros. No es que fume porros, es que está obsesionado con ellos. En uno de sus bolsillos guarda una cajita de madera que compró por internet en holanda. Sirve para triturar el hachís y dejarlo menudo, como le gusta. Fuma con delectación.
Sábado noche. Toca salir de juerga con los amigotes. El Chuso y Rafael son sus coleguitas de pandilla y antes de ir a las discotecas, y a los pubs se fuman unos petas y se toman unas copitas en su trastero que está en el sótano, un cuartucho sin ventanas en el que la ventilación se reduce a una rejilla metálica atascada por guijarros que lanzan los niños desde la calle. Sólo tiene un sofá desconchado de piel sintética, una caja de frutas destartalada que sirve como mesita y una vieja bañera llena de moho. La única luz la da una bombilla polvorienta de 60 watios enganchada a un tubo de plástico que pende del techo.
Sábado noche. Las horas se les pasan volando en el trastero. Van a dar las tres de la madrugada y están sentados en el sofá. Una espesa nube de un sabor dulce les envuelve. El Pipo está fumando un porro con delectación. Juguetea con el humo y observa las extrañas figura que forma hasta disiparse. Un elefante, un anillo, un pez, un pedo de lobo.
Frutas Manolo Saiz “la huerta de la vida”. Sobre la caja de frutas, puesta boca abajo, reposan dos botellas de vodka y una de refresco de limón en cuya etiqueta sale la cara de un niño sonriente. Los tres amigos sostienen con pulso tembloroso un vaso alargado de plástico. Sus bebidas están calientes porque no tienen hielo.
- ¿Y si meamos en la bañera? –propone Chuso.

Los padres del Pipo jamás bajan al trastero. Temen lo que se puedan encontrar allí. Entre ellos existe un pacto tácito por el que asumen que es su espacio íntimo y no quieren violarlo. La mujer de limpieza de la comunidad lo friega muy de vez en cuando, cuando el Pipo le da unas monedas sueltas de propina. El Pipo está en paro. En realidad nunca ha tenido un trabajo serio. Sale adelante con lo que saca haciendo chapuzas a domicilio y pequeños recados. La voluntad, una miseria, pero siempre se las arregla para conseguir lo suficiente para sus porros.
Al Pipo le da igual que meen en la bañera. Desde siempre ha estado en su trastero. No conoce su historia. Quizás era de un antiguo inquilino y sus padres se deshicieron de ella cuando entraron en la casa. No era más que una vieja bañera de pvc, el higiénico material de los retretes, una cosa, un objeto inerte, pero en el fondo le tenía cariño y sentía su extraña presencia como si tuviera vida.
- Si meas allí te la corto –amenaza sombrio el Pipo cuando el Chuso está con la bragueta desabrochada y a punto de sacársela para desahogarse.

Los tres están borrachos, con la chispa justa para presentarse en la discoteca y entrar a todas las chicas que se pongan a tiro. El Pipo siempre que sale se echa gomina en el pelo y lo tiene pegajoso. Los tres son feos. El Chuso no se come una rosca y Rafael se pone muy nervioso cuando intenta ligar. El único que triunfa alguna vez es el Pipo. El Pipo tiene un ojo clínico e intuye cuáles son las mujeres con las que tiene alguna opción. Los porros le embotan la cabeza. Idiotizado por el humo se siente feliz. Un cosquilleo en sus entrañas le hace reir a carcajadas.
- Las sirenas son unas guarras –divagó con un aire filosófico, como si hubiera resuelto el mayor enigma de la humanidad.

De repente, el Chuso le propina un manotazo en la nuca. Le molesta que el Pipo esté más colocado que él y le da un sopapo con la esperanza de que espabile. Rafael apura su vaso de alcohol.
- ¿Qué mierda te has fumado? No sabes lo que dices. –le abronca el Chuso, que sabe adoptar un tono paternalista que a Rafael le impone.
- No, no. Claro que sé lo que digo. Yo te digo que las sirenas son unas guarras porque hacen topless. –concluye el Pipo y se echa a reir a carcajadas de su ocurrencia-
- Eres un gilipollas.

Las tres y cuarto de la madrugada. Llega la hora happy en la que las copas están a mitad de precio en las discotecas. El Pipo está aturdido y no se levanta. El Chuso y Rafael están impacientes, quieren irse ya a ver a las chicas y le tiran por las mangas para levantarlo. El Pipo fumado no es el Pipo. No razona y se vuelve medio imbécil.
A la de una, a la de dos y a la de tres. El Chuso y Rafael tiran con todas sus fuerzas a la vez y consiguen que el Pipo se incorpore. Está muy mareado. Su estómago se retuerce y protesta con arcadas. El Pipo come como una hormiguita, pero cuando fuma porros le entra un apetito voraz. En la hamburguesería se quedaron perplejos cuando un día pidió cinco triples con queso y pepinillos y se las engulló como si nada. Hambre de porros. Sin embargo cuando está despejado se conforma con una sopa y un filete muy pasado. Hambre artificial.
Antes de bajar al trastero el Pipo se comió una pizza sin apenas masticar. En pie, sujeto por sus amigos, la comida le sube a la boca. Se desembaraza de ellos y acude a toda prisa a la bañera y vomita. El Chuso y Rafael ponen cara de asco y miran a otro lado porque no soportan el engrudo rojizo de pizza sin digerir que se extiende por la bañera sobre el moho. Todo le da vueltas. Nota una intensa acidez de estómago y ve doble. Sus amigos lo vuelven a coger y tienden su cuerpo drogado sobre el sofá.

"Frente a quienes practican la intolerancia, desprecian la convivencia, no respetan las instituciones ni las normas elementales de una ordenada libertad de expresión", Anselmo Cobirán advierte de que en este blog no se consentirán comentarios de carácter ofensivo.