En paz
Roberto Bolengo era un remilgado. Me enteré de que había muerto por la radio, escuchando las esquelas. Cuando el locutor pronunció su nombre con indiferencia entre otros tantos de la lista de difuntos sentí extrañeza y también, aunque me avergüence reconocerlo, también alivio porque era una persona molesta. Su presencia me incomodaba, lo admito. No soportaba su cara de mosquito muerto, esa que encubría una malicia enorme. Roberto Bolengo era amanerado. Sus ademanes eran muy femeniles. Presumía de franqueza, de decir las cosas a la gente a la cara, pero en realidad acostumbraba a hablar del prójimo a sus espaldas. Esta tarde iré al funeral.
(Roberto Bolengo es un personaje ficticio. Cualquier parecido con la realidad es mala suerte).
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