Desencuentros
- Acabo de comprarme un coche.
- ¿Sí?
- Sí. Llego ahora mismo del concesionario. Me lo han entregado después de dos meses de espera. Es un deportivo, verde metalizado, alerones, llantas de aleación, todo de serie. Una monada.
- A ver si me das una vuelta y lo estrenamos.
- Claro, cuando quieras. Está aparcado aquí, en frente de la cafetería. Reluciente.
- Ya lo veo.
- El motor es muy potente. El tipo del concesionario me contó que pasa de los cero a cien en menos de cinco segundos. Nunca he conducido un trasto tan fuerte. La palanca de cambios es automática pero con opción de pasarla a manual, ingeniería italiana. Lo único que me deja un poco insatisfecho son los pedales de freno, muy duros, pero vamos, que seguro que me acostumbro a su tacto muy pronto.
- ¿Sólo cinco segundos?
- Como lo oyes. En un santiamén estás corriendo como un demonio, pero no me atrevo a probarlo. Eso sí, cuando pase por una autopista pienso quemar el motor. Quiero oír como ruge.
- Bueno.
- Aunque ahora que lo pienso. Si voy a un taller lo mismo me pueden suavizar los pedales para que tengan un tacto más comodo. Se lo preguntaré a Teo, un amigo mecánico.
- Escuchame.
- Dime, mi amor.
- No me gustan los coches.
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