Prisas
Salgo solo a dar una vuelta a media tarde para despejar la cabeza. Hace bastante calor, el engañoso veranillo de San Miguel, pero por si las moscas me abrigo con una camisa de manga larga. Aquí el otoño y el invierno son tan crudos que en una sola temporada me resfrío varias veces. Por Castilla dicen que sólo hay dos estaciones, el invierno y la de tren. Es un tópico, pero me hace gracia. Hace un tiempo escuche el dicho en una peluquería y no pude evitar sonreir.
De camino me encuentro en una calle con aceras muy estrechas en las que apenas caben dos personas, o un gordo, a un escritor local ya bastante mayor, calculo que frisará los 70,pero con mucha esperanza de vida, intuyo, porque su madre roza el centenario y la vi tan campante en una residencia para la tercera edad. Los años que se viva no dependen tanto de los hábitos como de la genética. Pienso que es así. Tanto los vicios, salvo que se profesen con una intención autodestructiva, como las costumbres sanas sólo pueden girar un poco las manecillas del reloj donde se marca el final.
El escritor me cuenta que acaba de llegar de la costa, adonde viajó para preparar una novela, pero se lamenta de que no pudo avanzar mucho. Cuando me dice que sólo escribió unas 30 páginas quedo sorprendido porque seguro que las hizo en unos pocos días a una velocidad vertiginosa. Está atareado. Tengo ganas de continuar conversando, pero dedisto porque continúa el paso. Lleva prisa.
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