NUEVA TEMPORADA EN CHASQUIDOS. ANSELMO COBIRAN HA REANUDADO LAS PUBLICACIONES TRAS SU DESCANSO DE VERANO

domingo, septiembre 04, 2005

Mikiñak

En un planeta extraño aterrizó la nave de Mikiñak el salvaje. Ninguno de los cinco miembros de su tripulación que lo acompañaban, todos ejemplares de la raza simioide de los Nuk, conocían las características del lugar. Consultaron a una potente computadora que llevaban a bordo, un ordenador molecular capaz de calculad dos billones de operaciones en medio nano segundo, pero en su base de datos no se encontraba ninguna clase de información que les sirviera de ayuda para guiarse en sus exploraciones que estaban a punto de iniciar.
- Me da igual que andemos a ciegas -gritó con furia Mikiñax golpeando la consola de mandos del ordenador central- Una luz del panel se desprendió por el impacto de sus garras.

Mikiñak procedia de una saga que dejó de ser humana hace cinco generaciones. Sus antepasados eran hombres como los de la época actual en la que tú estas lector, pero con el paso de las décadas las alteraciones del ambiente los convirtieron en un proceso gradual en unos seres de composición y aptitudes muy diferentes, mucho más avanzadas. Sus garras estaban recubiertas de escamas de una tonalidad plateada y podrían soportar condiciones extremas tanto de temperatura como de presión. A diferencia de un hombre no contaba con cinco dedos, sino con tan solo tres. La evolución dictaminó que con tan solo tres se podrían efectuar las mismas operaciones que con cinco y los dos restantes desaparecieron en la mutación. El cuerpo de Mikikac se asemejaba al de una armadura y en verdad era indestructible.
Su organismo no necesitaba oxígeno para subsistir y tampoco contaba con un sistema de riego sanguíneo como el de los hombres primitivos, sino que se alimentaba con una sustancia no detectable por los microscopios de hoy que flotaba por el ambiente y no sentía ni dolor ni placer. Tampoco poseía un cerebro tal como se entiende este componente en los libros de medicía. Todas sus funciones se coordiaban desde un órgano de un tamaño diminuto que tenía alojado en la base de su cuerpo, donde no había piernas, sino una protuberancia con un sistema de arrastre similar al de los reptiles, pero mejorado, que le permitía alcanzar una velocidad de unos doscientos kilómetros por hora.
Ni dolor ni placer. No tenía estas sensaciones porque su cuerpo se sostenía sin estos estímulos. Enfermaba, pero el proceso de curación se desarrollaba mediante la generación de unos medicamentos que su organismo producía de forma natural. Mikiñak representaba la evolución de millones de años con unas habilidades ni siquiera concebibles en ninguna era anterior.
Un hombre actual no comprendería el sistema de visión de este ser porque se basaba en un concepto ignoto en su época. Los libros de historia de ese hombre actual se remontan a unos siglos en los que los filósofos debatían entre el racionalistmo y el empirismo. Pues Mikiñak rompía este debate porque disponía de diferentes niveles de visión, de modo que ni siquiera el mismo conocía cuál era su propia mirada objetiva. En su cabeza se alternaban unas lentes biológicas que cambiaban de una visión a otra. Cada una reflejaba unas representaciones distintas del referente exterior. Poseía una mirada microscópica, que se aguzaba hasta captar los objetos más nimios, pero también otra megascópica que utilizaba para abarcar enormes campos de visión en sus observaciones del Universo.
Los nuk salieron de la nave por detrás de Mikiñak, que con valentía les abría el camino por la superficie de un planeta con el suelo recubierto de una sustancia viscosa por la que él se arrastraba sin dificultad, pero sus acompañantes se hundían y sólo lograban avanzar a fuerza de tropiezos y un gran esfuerzo agotador. Caminaron durante un tiempo incalculable hasta que alcanzaron un valle en el que se encontraron con una capsula dorada que reflejaba los rayos de los dos soles que los iluminaban y deslumbraba. Mikiñak cambió de lente para adaptarse al nuevo entorno, pero los nuks, que desesperadamente intentaban taparse los ojos para protegerse del intenso reflejo, quedaron cegados y cayeron derrumbados al suelo.
Mikiñak, que tampoco sentía compasión por sus compañeros, siguió adelante y cuando estaba en frente de la capsula sacó del interior de sus entrañas un taladro con el que perforó su pared y analizó su interior. En unos instantes el órgano gestor de su base indicó que dentro se albergaban seres vivos, pero no facilitaba ningun otro dato más porque la atmósfera donde se encontraban impedía un análisis de situación más exhaustivo.
El salvaje es un sobrenombre que se ganó el último descendiente de la generación humana de su familia cuando combatió en la Tercera Guerra Mundial con el bando Africano. En el 2150 el mundo se fracturó. África, que en el pasado sufrió el hambre por la explotación de las potencias extranjeras, se revolvió contra todas ellas cuando el devenir de la economía le posibilitó formar un ejército temible y bien organizado por las tecnologías de la comunicación y en su lucha se alió contra el resto de los países que conformaban el por entonces llamado tercermundo. Los tercermundistas, el bando Africano, asaltaron las fronteras de los países prosperos y comenzaron una invasión que culiminaron con éxito después de medio siglo. La última batalla se libró en Hispalia, la megalópolis que se formó en la costa este de los Estados Unidos cuando el crecimiento de todas sus ciudades terminó por ensamblarlas, y el ancestro de Mikiñak jugó un papel de héroe capitaneando una brigada de guerrilleros que reclutó de una selva africana.
La cápsula parecía infranqueable. Mikiñak podría practicar orificios con su taladro debido a la naturaleza del material del que estaba envuelta, pero no lo suficientemente grandes para introducirse en ella. Su órgano gestor procesaba las diferentes maneras de acceder a su interior, la estrategia de ataque, mientras detrás todos los Nuks agonizaban, menos uno, al que Mikiñac le ordenó acercarse.
El elegido se arrodilló. Sabía que su muestra de superioridad, al haber sobrevivido al resto de los Nuks que chapoteaban moribundos el suelo viscoso del valle, había impresionado al Salvaje y quería aprovechar esta baza para compartir la gloria.

"Frente a quienes practican la intolerancia, desprecian la convivencia, no respetan las instituciones ni las normas elementales de una ordenada libertad de expresión", Anselmo Cobirán advierte de que en este blog no se consentirán comentarios de carácter ofensivo.