Tras el desmayo
Cuando Graciela recuperó el sentido se encontró tumbada en una camilla dentro de la consulta del doctor. Sobre la almohada cubierta de piel se desparramó su cabellera morena despeinada por la convulsión del golpe. Todavía con los ojos cerrados un instinto le indujo a palparse la frente y sintió al tacto la gasa humedecida que le colocaron para cubrirle la pequeña brecha que se le abrió al caerse en la sala de espera. De su escote sobresalía la cuerda de un escapulario, cuya imagen ahora reposaba sobre uno de sus hombros.
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