Grima

La tanda de olas azota la piedra,
erosionada y purulenta por la sal.

Una hoz cercena el trigal,
se ciscan alrededor las espigas.

Una arruga sigue su cauce,
horada la piel.

Un zumbido tenaz revienta la copa
de reluciente cristal pulido, pero vacía,
en mil pedazos, mil esquirlas,
que cautivan como diamante,
pese a no valer nada.

Las murallas se derrumban,
los coros enmudecen,
las heridas se abren,
los huesos se quiebran.

Los ceños se fruncen,
una convulsión agita las manos,
el cuerpo crepita de fiebre,
la moral por los suelos.

Las uñas se encarnan,
las rodillas, también los codos,
todas las articulaciones, chasquean.

El aroma se desvanece,
el agua derramada se evapora,
el sol se eclipsa,
la luna queda cubierta.

Jaurías de perros ladran con saña,
un noble galgo agoniza,
los pájaros caen del suelo desplomados,
los peces se ahogan,
los reptiles se retuercen.

La luz se apaga,
retumba un portazo,
las ventanas se clausuran,
condenadas por la persiana.

La flor se marchita,
la hierba se reseca,
el cauce se cuartea,
un rayo parte al árbol.

Los niños dejan de jugar,
los ancianos se adormecen,
peleas a navajazos,
remata la paz.

anselmocobiran@yahoo.es